martes, 12 de mayo de 2020

Poemas de Gustavo Henao Chica



SABER
Con qué Sueñan las Mujeres? | Ellos y Ellas

Si vienes de besar otra boca
tus labios tendrán un sabor
que no querrás que descubra,
tus ojos negaran mirada,
y luego sombre mí
tus lágrimas silenciosas
dirán,
contarán,
me quemarán.

Septiembre 8 de 2001

Todos los días te veo irresistible, propia en mi.

Avanzas y me traspasas o me consumes,
cuando vuelvo en mí
estoy dentro de ti
transformado en amor.

Tu cuerpo es grácil, suave
no gastado,
cuando lo pones
sobre mí,
yo también soy suave, tierno
pienso entonces en esa imagen
de los dos después de amarnos
con esa pasión novedosa;
en mis manos guardo la sensación
de tus nalgas que parecen
permanecer flotando
en ellas
luego te miro adormecida en mi pecho
y te veo ¡tan hermosa!
que yo también me siento bello,
pienso entonces que haber logrado
esa placidez en ti
no solo es porque te amo,
es porque me amas;
coloco de nuevo mis manos en tus nalgas
y en tu rostro se desliza una sonrisa
que me besa y yo te miro
infinitamente enamorado. 


Minimo VII

                     
                                                    "Y una pareja de feitos
                                                 caminan por la calle,
Al parecer un amor así              entran a una heladería,
es un amor penoso,                    ella toma su mano
porque a uno le da pena             y  él una cerveza".
    llevar feuras encima
o feuras del brazo,
aunque el mas feo sea uno.


   
Mínimo XVII

Debes saber que mis pasos
no van más allá de ese horizonte,
ese que ves ahí ante tu nariz
No me hagas creer que soy
Un Don Fantástico,
Piénsame como el hombre
El de cuerpo decadente
Y ojos de trigo
El que lleva una lágrima casual
Y la sonrisa del viento
Mírame al claro de la verdad
Cargo en el bolsillo de la camisa
Mis ideales y no más que eso
En el bolsillo del pantalón
Ya no guardo, trompo, cauchera, ni ranita
Llevo tu foto plastificada
Un aviso de empleos temporales
Una fotocopia del diploma de bachiller
Amarillenta.

Obsérvame suspensivamente
Con suspicacia
Lo mejor de mí
Va en ésta mochila
Hecho cuartillas de cuentos.


Cuento de Daniel Tobón Arango

Sueño dorado

Un niño pobre jugando fútbol soccer para el ejercicio en el área ...

Me subo al bus con una mochila degastada al hombro. Tomo asiento y recuesto mi cabeza contra la ventanilla. Doy un suspiro y contemplo mi pueblo. En la mitad del parque veo la escultura que representa a la Madre Tierra con sus entrañas abiertas por los mineros. Es curioso que nuestro monumento principal sea en bronce y no en oro. Rio, y me digo que así no lo desmantelan, pues en Segovia sólo padecemos fiebre por el oro.
El conductor se monta al bus, calienta los motores. Antes de arrancar, veo a mis padres, quienes se despiden de mí. Mi padre alza su puño, le da vergüenza abrir las palmas porque desde que perdió tres dedos en la mina cogió como costumbre empuñarla siempre. En Segovia los hijos repetimos las historias de nuestros padres, la minería es la principal opción, es la que nos alimenta y la que nos permite sacar adelante a nuestras familias. 
El bus arranca. Es una mañana de martes con mucho movimiento. Los mineros caminan hacia las minas con sus cascos y sus botas, los soldados hacen guardia en la periferia, los vendedores vociferan por sus productos y los usureros juegan dominó con aguardiente a la mano. Recuerdo los días que fui minero. Los descensos por los socavones, el aire tenue a trescientos metros bajo tierra, las perforaciones, la instalación de la dinamita, los vagones con rocas untadas de oro, el olor a mercurio, los gases, las largas jornadas… A Jhon Jairo.
El bus pasa por la cancha de fútbol de arenilla. Contemplo ese peladero en el que jugábamos los torneos. Veo a Jhon Jairo eludiendo rivales con su prodigiosa zurda, un túnel a uno, un ochito al otro, amague de chutar al arco, y lo que hacía era dejarme solo contra el arquero. Era un crack, el mejor de todos. Su sueño era irse para Medellín, presentarse a algún equipo, ser profesional y jugar un mundial. Su jugador favorito era Ronaldinho, como el de casi todos. 
A veces los sueños se mueren, son reemplazados por una visión más realista, más simple, es lo que nos decimos. Vemos más difícil embarcar hacia Medellín, conseguir un trabajo en lo que sea, aguantar hambre, pasar sueño, madrugar a entrenar todos los días, no rumbear… todo eso es más difícil para nosotros que trabajar ocho o diez horas dentro de una mina, tallando con el cincel, destrozando con el martillo, escalando con sesenta kilos en un costal hasta llegar al exterior. 
Y así pensábamos todos, hasta que un día, tras ingresar a uno de los socavones, uno de los coches se descarriló y se vino contra nosotros. Cuando abrimos los ojos, yacía Jhon Jairo tirado en el suelo, con los ojos apagados. 
El bus abandona Segovia. Miro hacia atrás y veo una silueta que se despide de mí. Debe ser Jhon Jairo, quien se alegra, porque estoy viajando a cumplir el sueño de convertirme en futbolista y levantar aquel trofeo dorado de dieciocho quilates.

Daniel Tobón Arango, 2017
(Tomado de: ¿Cuál es tu cuento con el fútbol? Categoría adultos. Universidad Pontificia Bolivariana. 2017).

lunes, 30 de diciembre de 2019

Soledad

La actuación es, sin duda, una dura profesión. Hay que dar todo de sí, no solo tiempo, recursos, habilidades como en otros trabajos; también hay que dar el cuerpo, los sentimientos, las propias vivencias para dar vida a un personaje verosímil, a un nuevo ser que viva y respire frente a los espectadores. 
Soledad Alzate Giraldo es una actriz que vive y trabaja en mi ciudad, Medellín. Ella me ha enseñado muchas cosas sobre la actuación y sobre la vida. Quienes, como ella, ejercen este oficio por elección y convicción, no por dinero o narcisismo, brindan una experiencia particular cuando se suben a un escenario. No es solo lo que el personaje que encarna te transmite y te permite vivir, sino también lo que la fuerza del espíritu debajo del maquillaje y el vestuario te entrega: un recordatorio de que la bondad y la belleza permanecen en un mundo de maldad, alegría de saberse vivo y disfrutar del privilegio de ver surgir de entre la parafernalia de la escena a un ser vivo que hasta entonces permanecía en un guión.
Soledad es una actriz que se inició en el oficio de manera "tardía". Tenía poco más de cincuenta años cuando se lanzó a la actuación y desde entonces no ha parado de trabajar en teatro, cine, televisión. Es una mujer menuda y, sin embargo, se crece en escena.  Esa virtud de ella se hace evidente en la foto que acompaña este texto. 
Hoy quiero hablar un poco sobre ella y su amistad para reflexionar en un tema que ha atormentado a muchos escritores: el tiempo, la validez de la obra, el trabajo siempre incompleto de superarse a sí mismo, la Soledad del oficio. 
Un verdadero artista, como ella, siempre tendrá algo nuevo en qué ocuparse, sus obras más entrañables precisamente por lo mucho que costó sacarlas a la luz, y, sobre todo un firme deseo de permanecer, de durar en el tiempo para poder hacer más. Pero los años pasan y la salud y el tiempo que todo lo erosiona pasan una costosa cuenta de cobro. 
¿Qué hacer cuando las fuerzas te abandonan frente al papel en blanco cuando hay tanto en tu cabeza que quieres poner allí? ¿Cómo lidiar con el escurridizo tiempo para dar forma a proyectos que se escurren como sombras en la maraña luminosa de los días? 
Soledad es mi ejemplo a seguir, pues ella sigue adelante. Tras más de veinte años de ejercer un oficio inclemente, no ha permitido que nada la detenga. Hacerle el "quite" al tiempo y a las dificultades cotidianas mediante una férrea concentración puede ser la clave. Ser tan fuerte, vivaz y apasionado como esta gran actriz. Caminar hacia adelante sin atender a otra cosa que al oficio con todo el ser y caminar siempre de frente, siendo tan grande como un gigante ante la absurda mortalidad humana y el olvido invencible. 
Como bien lo expresó Borges: "El tiempo es la sustancia de la que estoy hecho. El tiempo es un río que me lleva, pero yo soy el río; es un tigre que me devora, pero yo soy el tigre; es un fuego que me consume, pero yo soy el fuego"(1). 


1. Borges, Jorge Luis. "Nueva Refutación del tiempo". Otras inquisiciones, 1946. 

miércoles, 4 de diciembre de 2019

Viajar, escribir, viajar

La literatura es un viaje. Esta frase es un lugar común frecuentado y compartido por todos aquellos amantes de la lectura y la escritura. ¿Quién no sueña con viajar por el mundo? Todos, pero con mayor frecuencia aquellos que desean dedicar su vida a la literatura, anhelan una vida errante llena de nuevas experiencias y paisajes.  
Hay una vinculación estrecha entre literatura y viajes, puesto que ambos nos permiten recorrer espacios diferentes, enriquecedores e insospechados. 
La mayoría de escritores han sido grandes viajeros. la literatura de viajes se convirtió en un subgénero en el que la travesía del autor toma el protagonismo. Los viajes de Marco Polo o la misma travesía de Ulises en busca de su anhelada Ítaka son ejemplos de relatos en los que las aventuras, costumbres, personajes y paisajes que encuentra el viajero ocupan un lugar preponderante en la trama. 
Durante el siglo XIX, esta clase de libros fueron muy populares, pues los viajes en aquel tiempo eran lentos, por tierra, a caballo o en barcos. llegar a destino podía tomar meses, incluso años. Conrad, Melville, Verne, Hemingway son solo algunos de los nombres que nos vienen a la mente cuando se trata de literatura de viajes y aventuras. Cazar a la ballena, recorrer el mundo entero a bordo de un globo aerostático o hacer a pie los Pirineos fueron ,en un momento dado, las gestas de los grandes viajeros que sus lectores querían seguir a cada paso. 
Hoy, las cosas han cambiado. Un viajero puede recorrer la mitad del globo a bordo de un avión, y lo único que verá son filas, aeropuertos, unas cuantas nubes y al personal de abordo. La travesía ha perdido interés. Al revisar blogs de viajes encuentras narraciones que tienen lugar en urbes atestadas; miras fotografías de multitudes en pantalones cortos, sandalias y palos de selfie recorriendo ruinas o ciudades exóticas. Esto nos lleva a reflexionar en la experiencia del viaje desde nuestro tiempo actual. ¿Cuál es el encanto de viajar? ¿Es placentero el recorrido entre ciudades? ¿Apreciamos el privilegio de acercarnos a una nueva cultura o vamos a los restaurantes de siempre, hablamos solo nuestro idioma, nos juntamos con otros que están de paso y nos vamos del lugar llevandonos solo algunas selfies en lugares bellos, pero sin experimentar realmente la vida en ese lugar?
Personalmente, disfruto los viajes en trayectos cortos, busco los restaurantes locales de comida tradicional, me esfuerzo por aprender algunas palabras en la lengua del lugar y paso tiempo con los naturales del lugar. Añoro y envidio a los antiguos viajeros que podían embarcarse hasta un año entero y recorrer sin prisas las costas de los países más lejanos e insospechados. Escribir, viajar, escribir, ¿qué mayor placer cabe?




viernes, 11 de octubre de 2019

EL poeta y la lluvia

Resultado de imagen para neruda


Cuando se ha leído mucho a un autor, se siente una especie de comunión con su entorno. Sin conocer el mar, yo comencé a sentir ese estremecimiento del espíritu que describe García Márquez en sus obras cada vez que sus personajes lo divisan. Las palabras salitre y ciénaga, por ejemplo, tan ajenas a mi tierra cafetera, tomaron forma, color y aroma para mí. 
Algo parecido me ocurrió con Pablo Neruda. "Comenzaré por decir", dice el poeta, "sobre los días y años de mi infancia, que mi único personaje inolvidable fue la lluvia. La gran lluvia austral que cae como una catarata del Polo, desde los cielos del Cabo de Hornos hasta la frontera. En esta frontera, o Far West de mi patria, nací a la vida, a la tierra, a la poesía y a la lluvia." (1)
Estar en Chile es como estar en medio de un universo conocido y, a la vez, completamente ajeno. Hay una familiaridad en lo que observo que riñe con la realidad misma de las cosas. La lluvia, en efecto, se desmigaja del cielo y es copiosa, abundante, fría. No es mi lluvia tropical de montaña andina, pero sí, definitivamente, la que describe el poeta, así como los miles de pájaros que inundan las riberas de los lagos y Ríos del Sur de Chile, donde el poeta pasó su infancia y primera juventud. 
Cuando te envuelve una ráfaga de viento, te envuelve esa, de la que habla en sus poemas, y no puedes evitar pensar en esas palabras maravillosas: "El viento es un caballo, /óyelo cómo corre por el mar / por el cielo..."(2) 
El viento es poderoso. Ves a las personas batallando con capas e impermeables, o indiferentes, dejándose mojar, con sus abrigos hechos para el frío austral. El viento se lleva sombrillas y paraguas, arrastra las olas desde el lago, inunda la tierra, dobla las copas centenarias de los árboles. El viento austral es un personaje aquí, está vivo en su poder e implacable presencia. 
Chile es un país singular. Desde la barca ves la altura imponente de los volcanes que surgen de las aguas como gigantes coronados de nívea blancura y te sobrecoge su escondido poder, ese vientre de fuego que es advertencia y a la vez, semilla de vida. Los pájaros de los que habla el poeta se descuelgan de las alturas y atraviesan las olas en busca de los peces, en las aguas frías. Los leones marinos, se rascan con placer mientras les arrojan, desde el mercado cercano, una cabeza de pescado. 
La vida palpita en esta tierra y al mismo tiempo, el silencio del bosque, la soledad de los parajes alejados del bullicio. La Patagonia inmensa expectante, quieta, absoluta. 
Comprendes la conmovida y entrañable nostalgia del poeta: "OH Chile, largo pétalo/ de mar y vino y nieve,/ay cuándo/ay cuándo y cuándo/ay cuándo/me encontraré contigo," (3)

(1) Neruda, Pablo. Confieso que he vivido. Seix Barral, 1996.
(2) Neruda, Pablo. Versos del capitán. Seix Barral, 2003. 
(3) Las uvas y el viento. 1954.

miércoles, 25 de septiembre de 2019

Literatura y memoria


                                                     
¿Se puede escribir sin recurrir a la memoria? ¿Es la ficción un producto más de la realidad? Estas preguntas han inquietado a los creadores y lectores por igual durante siglos. Todo aquel que hace de la escritura su oficio principal se encuentra un día poniendo en el papel alguna experiencia vivida o conocida. El proceso de escritura se convierte entonces en un desenterrar de los campos de la infancia o la juventud las experiencias no solo propias, vividas, o conocidas, sino, en muchas ocasiones, las del entorno. 

Para la escritora y editora Janeth Posada Franco, la relación entre literatura y memoria tiene que ver con presentar la realidad de la obra como una especie de testimonio del tiempo que le ha tocado vivir al autor. Es decir que el escritor presenta su experiencia y da testimonio de su propia percepción del mundo y de los usos y costumbres de quienes viven a su alrededor(1).

La literatura testimonial, sin duda, tiene un peso importante en el aporte cultural que ofrece. desde esta clase de literatura, asistimos a tiempos pasados y culturas desaparecidas u olvidadas. En alguna medida, toda literatura es testimonio en mayor o menor medida, pero la literatura testimonial ofrece ese testimonio en una medida mayor, más detallada, precisa y contundente. 

Por su parte, la escritora Claudia Yvonne Giraldo señala que la memoria "es el depósito de lo que un escritor sabe, conoce y siente y, en base a eso, le da cuerpo, le da contextura  a sus personajes y a su mundo" (2).

Literatura y memoria son dos aspectos inseparables de la obra como tal. la escritura per se no es literatura, la memoria per se no es creadora. La combinación de ambas es la que conmueve al lector. Tal vez, esa es una de las razones por las que los diarios, memorias y biografías nos llegan tan hondo y se convierten en piezas veneradas para algunas personas.

Vivir para contarla, de Gabriel García Márquez; Confieso que he vivido, de Pablo Neruda,  El pez en el agua, de Vargas Llosa, entre otros, son libros que nos hacen cuestionarnos también qué tan viciada está la memoria de literatura. El mismo García Márquez nos prevenía: "la vida no es la que uno vivió sino la que uno recuerda, y cómo la recuerda para contarla" (Márquez, 2004). 

La ficción entonces no solo está traspasada por la realidad; lo contrario sucede también. Cuando el escritor invoca la memoria, esta aparece adornada, barrida, compuesta, rehecha por los vicios del autor, sus lecturas, sus imágenes, sus recursos de escritura más recurrentes. De manera que, tal y como remedios la bella asciende al cielo envuelta en sábanas, gracias a una evocación del autor de un hecho real, es posible que las gallinas ahogadas que divisara en la infancia no fueran más que una alucinación literaria, como las que todos hemos tenido o tendremos, cuando la literatura nos seduce y habita o cuando cultivamos este bello vicio de poner la memoria a mandar sobre las letras. 

Referencias:
(1) Olga Echavarría. (201909/13). Literatura y memoria. Recuperado de: https://www.youtube.com/watch?v=-6HAqn4HVtQ
(2) Olga Echavarría. (201909/13). Literatura y memoria: Claudia Yvonne Giraldo. Recuperado de: https://www.youtube.com/watch?v=FjL6PQP8wa8


Olga Echavarría
olguitach@gmail.com

jueves, 8 de agosto de 2019

Ese día no salió el sol, novela de María Orfaley Ortiz

La novela, dirigida al público infantil, tiene el encanto de navegar entre las aguas de la fantasía y las tormentas de la realidad. Esta novela, dirigida a un público de doce años o más, es una muestra de cómo se puede ingresar al terreno de los sentimientos juveniles, sin ignorar la dureza de la realidad de un país que pretende dejar atrás los escombros de la guerra. 
Miguel ha perdido a su padre. Palomo, el caballo en el que el padre se transportaba por el campo, ha quedado desamparado, al igual que la madre y las dos hermanas de Miguel. Este comienzo marca el rumbo del relato que viene a continuación. La guerra que ha sufrido Colombia durante décadas se nos presenta desde la mirada del niño que busca acomodo en una nueva realidad: una madre forzada a trabajar para dar sustento a la familia, tres niños solos en una casa ocupándose de las labores domésticas, ayudándose entre sí a crecer y a amar como si la guerra no existiera, mas teniéndola a la puerta cada noche en la falta del padre, en la impotencia y el dolor de la pérdida. "Fantaseaba con levantarme en la noche y detener el reloj cuando todos estuviéramos dormidos, el tiempo se quedaría suspendido para nosotros; volvería a la cama y nos reuniríamos todos en un mismo sueño, uno donde papá no hubiera muerto, uno donde a nadie se le hubiera ocurrido poner minas en un lugar tan cercano al camino por donde él tenía que pasar" (Ortiz, 2015. p. 11).
Los conflictos que se plantean tienen que ver con la juventud. Miguel se sobrepone a la pérdida todos los días, asiste al colegio, juega fútbol, se enamora. Pese a que lo que vive a diario parece parte del proceso normal que atraviesa todo adolescente hacia la edad adulta, esta novela nos plantea una idea de fondo: el niño es forzado a crecer a destiempo en la adversidad de la guerra. En su memoria hay y habrá mucho más que las caricaturas, los juegos y las peleas entre hermanos. Este niño debe lidiar con el recuerdo del desplazamiento, con el olor de los hombres armados que recorren el campo, ese metal de las armas que traspasa el verdor de los cultivos y se mete por la rendijas de las casas campesinas de donde muchos deben huir, de noche, sin llevar consigo más que lo necesario: "Ese hedor nauseabundo, una mezcla de sudor concentrado con el aroma de la tierra y el metal, esa fetidez del mal me golpeaba no solo en mi nariz, también en mi alma de hombre recién descubierta [...]. Ya no sabía siquiera en qué dirección estábamos, si nos alejábamos de la casa, si íbamos hacia ella, o si íbamos directamente hacia el enemigo" (Ortiz, 2015. p.108).
Felizmente, Miguel, su madre y sus hermanas vuelven a sonreír. La figura del padre se presenta al final como un recuerdo bello y valioso, un tesoro que llevan guardado en el corazón y los acompañará siempre. Miguel nos hace un último guiño desde el lomo de Palomo, abrazado a Sara, su enamorada, quien aprende a manejar el caballo, sosteniendo torpemente la rienda que guía el niño, quien se convierte en hombre lenta y gradualmente a nuestra vista, mientras cabalga hacia su felicidad.
(Ese día no salió el Sol. Editorial Libros & Libros. Bogotá, 2015. Autor: María Orfaley Ortiz)

Poemas de Gustavo Henao Chica

SABER Si vienes de besar otra boca tus labios tendrán un sabor que no querrás que descubra, tus ojos negaran mirada, y lue...