miércoles, 4 de diciembre de 2019

Viajar, escribir, viajar

La literatura es un viaje. Esta frase es un lugar común frecuentado y compartido por todos aquellos amantes de la lectura y la escritura. ¿Quién no sueña con viajar por el mundo? Todos, pero con mayor frecuencia aquellos que desean dedicar su vida a la literatura, anhelan una vida errante llena de nuevas experiencias y paisajes.  
Hay una vinculación estrecha entre literatura y viajes, puesto que ambos nos permiten recorrer espacios diferentes, enriquecedores e insospechados. 
La mayoría de escritores han sido grandes viajeros. la literatura de viajes se convirtió en un subgénero en el que la travesía del autor toma el protagonismo. Los viajes de Marco Polo o la misma travesía de Ulises en busca de su anhelada Ítaka son ejemplos de relatos en los que las aventuras, costumbres, personajes y paisajes que encuentra el viajero ocupan un lugar preponderante en la trama. 
Durante el siglo XIX, esta clase de libros fueron muy populares, pues los viajes en aquel tiempo eran lentos, por tierra, a caballo o en barcos. llegar a destino podía tomar meses, incluso años. Conrad, Melville, Verne, Hemingway son solo algunos de los nombres que nos vienen a la mente cuando se trata de literatura de viajes y aventuras. Cazar a la ballena, recorrer el mundo entero a bordo de un globo aerostático o hacer a pie los Pirineos fueron ,en un momento dado, las gestas de los grandes viajeros que sus lectores querían seguir a cada paso. 
Hoy, las cosas han cambiado. Un viajero puede recorrer la mitad del globo a bordo de un avión, y lo único que verá son filas, aeropuertos, unas cuantas nubes y al personal de abordo. La travesía ha perdido interés. Al revisar blogs de viajes encuentras narraciones que tienen lugar en urbes atestadas; miras fotografías de multitudes en pantalones cortos, sandalias y palos de selfie recorriendo ruinas o ciudades exóticas. Esto nos lleva a reflexionar en la experiencia del viaje desde nuestro tiempo actual. ¿Cuál es el encanto de viajar? ¿Es placentero el recorrido entre ciudades? ¿Apreciamos el privilegio de acercarnos a una nueva cultura o vamos a los restaurantes de siempre, hablamos solo nuestro idioma, nos juntamos con otros que están de paso y nos vamos del lugar llevandonos solo algunas selfies en lugares bellos, pero sin experimentar realmente la vida en ese lugar?
Personalmente, disfruto los viajes en trayectos cortos, busco los restaurantes locales de comida tradicional, me esfuerzo por aprender algunas palabras en la lengua del lugar y paso tiempo con los naturales del lugar. Añoro y envidio a los antiguos viajeros que podían embarcarse hasta un año entero y recorrer sin prisas las costas de los países más lejanos e insospechados. Escribir, viajar, escribir, ¿qué mayor placer cabe?




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