martes, 12 de mayo de 2020

Cuento de Daniel Tobón Arango

Sueño dorado

Un niño pobre jugando fútbol soccer para el ejercicio en el área ...

Me subo al bus con una mochila degastada al hombro. Tomo asiento y recuesto mi cabeza contra la ventanilla. Doy un suspiro y contemplo mi pueblo. En la mitad del parque veo la escultura que representa a la Madre Tierra con sus entrañas abiertas por los mineros. Es curioso que nuestro monumento principal sea en bronce y no en oro. Rio, y me digo que así no lo desmantelan, pues en Segovia sólo padecemos fiebre por el oro.
El conductor se monta al bus, calienta los motores. Antes de arrancar, veo a mis padres, quienes se despiden de mí. Mi padre alza su puño, le da vergüenza abrir las palmas porque desde que perdió tres dedos en la mina cogió como costumbre empuñarla siempre. En Segovia los hijos repetimos las historias de nuestros padres, la minería es la principal opción, es la que nos alimenta y la que nos permite sacar adelante a nuestras familias. 
El bus arranca. Es una mañana de martes con mucho movimiento. Los mineros caminan hacia las minas con sus cascos y sus botas, los soldados hacen guardia en la periferia, los vendedores vociferan por sus productos y los usureros juegan dominó con aguardiente a la mano. Recuerdo los días que fui minero. Los descensos por los socavones, el aire tenue a trescientos metros bajo tierra, las perforaciones, la instalación de la dinamita, los vagones con rocas untadas de oro, el olor a mercurio, los gases, las largas jornadas… A Jhon Jairo.
El bus pasa por la cancha de fútbol de arenilla. Contemplo ese peladero en el que jugábamos los torneos. Veo a Jhon Jairo eludiendo rivales con su prodigiosa zurda, un túnel a uno, un ochito al otro, amague de chutar al arco, y lo que hacía era dejarme solo contra el arquero. Era un crack, el mejor de todos. Su sueño era irse para Medellín, presentarse a algún equipo, ser profesional y jugar un mundial. Su jugador favorito era Ronaldinho, como el de casi todos. 
A veces los sueños se mueren, son reemplazados por una visión más realista, más simple, es lo que nos decimos. Vemos más difícil embarcar hacia Medellín, conseguir un trabajo en lo que sea, aguantar hambre, pasar sueño, madrugar a entrenar todos los días, no rumbear… todo eso es más difícil para nosotros que trabajar ocho o diez horas dentro de una mina, tallando con el cincel, destrozando con el martillo, escalando con sesenta kilos en un costal hasta llegar al exterior. 
Y así pensábamos todos, hasta que un día, tras ingresar a uno de los socavones, uno de los coches se descarriló y se vino contra nosotros. Cuando abrimos los ojos, yacía Jhon Jairo tirado en el suelo, con los ojos apagados. 
El bus abandona Segovia. Miro hacia atrás y veo una silueta que se despide de mí. Debe ser Jhon Jairo, quien se alegra, porque estoy viajando a cumplir el sueño de convertirme en futbolista y levantar aquel trofeo dorado de dieciocho quilates.

Daniel Tobón Arango, 2017
(Tomado de: ¿Cuál es tu cuento con el fútbol? Categoría adultos. Universidad Pontificia Bolivariana. 2017).

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