lunes, 30 de diciembre de 2019

Soledad

La actuación es, sin duda, una dura profesión. Hay que dar todo de sí, no solo tiempo, recursos, habilidades como en otros trabajos; también hay que dar el cuerpo, los sentimientos, las propias vivencias para dar vida a un personaje verosímil, a un nuevo ser que viva y respire frente a los espectadores. 
Soledad Alzate Giraldo es una actriz que vive y trabaja en mi ciudad, Medellín. Ella me ha enseñado muchas cosas sobre la actuación y sobre la vida. Quienes, como ella, ejercen este oficio por elección y convicción, no por dinero o narcisismo, brindan una experiencia particular cuando se suben a un escenario. No es solo lo que el personaje que encarna te transmite y te permite vivir, sino también lo que la fuerza del espíritu debajo del maquillaje y el vestuario te entrega: un recordatorio de que la bondad y la belleza permanecen en un mundo de maldad, alegría de saberse vivo y disfrutar del privilegio de ver surgir de entre la parafernalia de la escena a un ser vivo que hasta entonces permanecía en un guión.
Soledad es una actriz que se inició en el oficio de manera "tardía". Tenía poco más de cincuenta años cuando se lanzó a la actuación y desde entonces no ha parado de trabajar en teatro, cine, televisión. Es una mujer menuda y, sin embargo, se crece en escena.  Esa virtud de ella se hace evidente en la foto que acompaña este texto. 
Hoy quiero hablar un poco sobre ella y su amistad para reflexionar en un tema que ha atormentado a muchos escritores: el tiempo, la validez de la obra, el trabajo siempre incompleto de superarse a sí mismo, la Soledad del oficio. 
Un verdadero artista, como ella, siempre tendrá algo nuevo en qué ocuparse, sus obras más entrañables precisamente por lo mucho que costó sacarlas a la luz, y, sobre todo un firme deseo de permanecer, de durar en el tiempo para poder hacer más. Pero los años pasan y la salud y el tiempo que todo lo erosiona pasan una costosa cuenta de cobro. 
¿Qué hacer cuando las fuerzas te abandonan frente al papel en blanco cuando hay tanto en tu cabeza que quieres poner allí? ¿Cómo lidiar con el escurridizo tiempo para dar forma a proyectos que se escurren como sombras en la maraña luminosa de los días? 
Soledad es mi ejemplo a seguir, pues ella sigue adelante. Tras más de veinte años de ejercer un oficio inclemente, no ha permitido que nada la detenga. Hacerle el "quite" al tiempo y a las dificultades cotidianas mediante una férrea concentración puede ser la clave. Ser tan fuerte, vivaz y apasionado como esta gran actriz. Caminar hacia adelante sin atender a otra cosa que al oficio con todo el ser y caminar siempre de frente, siendo tan grande como un gigante ante la absurda mortalidad humana y el olvido invencible. 
Como bien lo expresó Borges: "El tiempo es la sustancia de la que estoy hecho. El tiempo es un río que me lleva, pero yo soy el río; es un tigre que me devora, pero yo soy el tigre; es un fuego que me consume, pero yo soy el fuego"(1). 


1. Borges, Jorge Luis. "Nueva Refutación del tiempo". Otras inquisiciones, 1946. 

miércoles, 4 de diciembre de 2019

Viajar, escribir, viajar

La literatura es un viaje. Esta frase es un lugar común frecuentado y compartido por todos aquellos amantes de la lectura y la escritura. ¿Quién no sueña con viajar por el mundo? Todos, pero con mayor frecuencia aquellos que desean dedicar su vida a la literatura, anhelan una vida errante llena de nuevas experiencias y paisajes.  
Hay una vinculación estrecha entre literatura y viajes, puesto que ambos nos permiten recorrer espacios diferentes, enriquecedores e insospechados. 
La mayoría de escritores han sido grandes viajeros. la literatura de viajes se convirtió en un subgénero en el que la travesía del autor toma el protagonismo. Los viajes de Marco Polo o la misma travesía de Ulises en busca de su anhelada Ítaka son ejemplos de relatos en los que las aventuras, costumbres, personajes y paisajes que encuentra el viajero ocupan un lugar preponderante en la trama. 
Durante el siglo XIX, esta clase de libros fueron muy populares, pues los viajes en aquel tiempo eran lentos, por tierra, a caballo o en barcos. llegar a destino podía tomar meses, incluso años. Conrad, Melville, Verne, Hemingway son solo algunos de los nombres que nos vienen a la mente cuando se trata de literatura de viajes y aventuras. Cazar a la ballena, recorrer el mundo entero a bordo de un globo aerostático o hacer a pie los Pirineos fueron ,en un momento dado, las gestas de los grandes viajeros que sus lectores querían seguir a cada paso. 
Hoy, las cosas han cambiado. Un viajero puede recorrer la mitad del globo a bordo de un avión, y lo único que verá son filas, aeropuertos, unas cuantas nubes y al personal de abordo. La travesía ha perdido interés. Al revisar blogs de viajes encuentras narraciones que tienen lugar en urbes atestadas; miras fotografías de multitudes en pantalones cortos, sandalias y palos de selfie recorriendo ruinas o ciudades exóticas. Esto nos lleva a reflexionar en la experiencia del viaje desde nuestro tiempo actual. ¿Cuál es el encanto de viajar? ¿Es placentero el recorrido entre ciudades? ¿Apreciamos el privilegio de acercarnos a una nueva cultura o vamos a los restaurantes de siempre, hablamos solo nuestro idioma, nos juntamos con otros que están de paso y nos vamos del lugar llevandonos solo algunas selfies en lugares bellos, pero sin experimentar realmente la vida en ese lugar?
Personalmente, disfruto los viajes en trayectos cortos, busco los restaurantes locales de comida tradicional, me esfuerzo por aprender algunas palabras en la lengua del lugar y paso tiempo con los naturales del lugar. Añoro y envidio a los antiguos viajeros que podían embarcarse hasta un año entero y recorrer sin prisas las costas de los países más lejanos e insospechados. Escribir, viajar, escribir, ¿qué mayor placer cabe?




Poemas de Gustavo Henao Chica

SABER Si vienes de besar otra boca tus labios tendrán un sabor que no querrás que descubra, tus ojos negaran mirada, y lue...