miércoles, 25 de septiembre de 2019

Literatura y memoria


                                                     
¿Se puede escribir sin recurrir a la memoria? ¿Es la ficción un producto más de la realidad? Estas preguntas han inquietado a los creadores y lectores por igual durante siglos. Todo aquel que hace de la escritura su oficio principal se encuentra un día poniendo en el papel alguna experiencia vivida o conocida. El proceso de escritura se convierte entonces en un desenterrar de los campos de la infancia o la juventud las experiencias no solo propias, vividas, o conocidas, sino, en muchas ocasiones, las del entorno. 

Para la escritora y editora Janeth Posada Franco, la relación entre literatura y memoria tiene que ver con presentar la realidad de la obra como una especie de testimonio del tiempo que le ha tocado vivir al autor. Es decir que el escritor presenta su experiencia y da testimonio de su propia percepción del mundo y de los usos y costumbres de quienes viven a su alrededor(1).

La literatura testimonial, sin duda, tiene un peso importante en el aporte cultural que ofrece. desde esta clase de literatura, asistimos a tiempos pasados y culturas desaparecidas u olvidadas. En alguna medida, toda literatura es testimonio en mayor o menor medida, pero la literatura testimonial ofrece ese testimonio en una medida mayor, más detallada, precisa y contundente. 

Por su parte, la escritora Claudia Yvonne Giraldo señala que la memoria "es el depósito de lo que un escritor sabe, conoce y siente y, en base a eso, le da cuerpo, le da contextura  a sus personajes y a su mundo" (2).

Literatura y memoria son dos aspectos inseparables de la obra como tal. la escritura per se no es literatura, la memoria per se no es creadora. La combinación de ambas es la que conmueve al lector. Tal vez, esa es una de las razones por las que los diarios, memorias y biografías nos llegan tan hondo y se convierten en piezas veneradas para algunas personas.

Vivir para contarla, de Gabriel García Márquez; Confieso que he vivido, de Pablo Neruda,  El pez en el agua, de Vargas Llosa, entre otros, son libros que nos hacen cuestionarnos también qué tan viciada está la memoria de literatura. El mismo García Márquez nos prevenía: "la vida no es la que uno vivió sino la que uno recuerda, y cómo la recuerda para contarla" (Márquez, 2004). 

La ficción entonces no solo está traspasada por la realidad; lo contrario sucede también. Cuando el escritor invoca la memoria, esta aparece adornada, barrida, compuesta, rehecha por los vicios del autor, sus lecturas, sus imágenes, sus recursos de escritura más recurrentes. De manera que, tal y como remedios la bella asciende al cielo envuelta en sábanas, gracias a una evocación del autor de un hecho real, es posible que las gallinas ahogadas que divisara en la infancia no fueran más que una alucinación literaria, como las que todos hemos tenido o tendremos, cuando la literatura nos seduce y habita o cuando cultivamos este bello vicio de poner la memoria a mandar sobre las letras. 

Referencias:
(1) Olga Echavarría. (201909/13). Literatura y memoria. Recuperado de: https://www.youtube.com/watch?v=-6HAqn4HVtQ
(2) Olga Echavarría. (201909/13). Literatura y memoria: Claudia Yvonne Giraldo. Recuperado de: https://www.youtube.com/watch?v=FjL6PQP8wa8


Olga Echavarría
olguitach@gmail.com

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