viernes, 11 de octubre de 2019

EL poeta y la lluvia

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Cuando se ha leído mucho a un autor, se siente una especie de comunión con su entorno. Sin conocer el mar, yo comencé a sentir ese estremecimiento del espíritu que describe García Márquez en sus obras cada vez que sus personajes lo divisan. Las palabras salitre y ciénaga, por ejemplo, tan ajenas a mi tierra cafetera, tomaron forma, color y aroma para mí. 
Algo parecido me ocurrió con Pablo Neruda. "Comenzaré por decir", dice el poeta, "sobre los días y años de mi infancia, que mi único personaje inolvidable fue la lluvia. La gran lluvia austral que cae como una catarata del Polo, desde los cielos del Cabo de Hornos hasta la frontera. En esta frontera, o Far West de mi patria, nací a la vida, a la tierra, a la poesía y a la lluvia." (1)
Estar en Chile es como estar en medio de un universo conocido y, a la vez, completamente ajeno. Hay una familiaridad en lo que observo que riñe con la realidad misma de las cosas. La lluvia, en efecto, se desmigaja del cielo y es copiosa, abundante, fría. No es mi lluvia tropical de montaña andina, pero sí, definitivamente, la que describe el poeta, así como los miles de pájaros que inundan las riberas de los lagos y Ríos del Sur de Chile, donde el poeta pasó su infancia y primera juventud. 
Cuando te envuelve una ráfaga de viento, te envuelve esa, de la que habla en sus poemas, y no puedes evitar pensar en esas palabras maravillosas: "El viento es un caballo, /óyelo cómo corre por el mar / por el cielo..."(2) 
El viento es poderoso. Ves a las personas batallando con capas e impermeables, o indiferentes, dejándose mojar, con sus abrigos hechos para el frío austral. El viento se lleva sombrillas y paraguas, arrastra las olas desde el lago, inunda la tierra, dobla las copas centenarias de los árboles. El viento austral es un personaje aquí, está vivo en su poder e implacable presencia. 
Chile es un país singular. Desde la barca ves la altura imponente de los volcanes que surgen de las aguas como gigantes coronados de nívea blancura y te sobrecoge su escondido poder, ese vientre de fuego que es advertencia y a la vez, semilla de vida. Los pájaros de los que habla el poeta se descuelgan de las alturas y atraviesan las olas en busca de los peces, en las aguas frías. Los leones marinos, se rascan con placer mientras les arrojan, desde el mercado cercano, una cabeza de pescado. 
La vida palpita en esta tierra y al mismo tiempo, el silencio del bosque, la soledad de los parajes alejados del bullicio. La Patagonia inmensa expectante, quieta, absoluta. 
Comprendes la conmovida y entrañable nostalgia del poeta: "OH Chile, largo pétalo/ de mar y vino y nieve,/ay cuándo/ay cuándo y cuándo/ay cuándo/me encontraré contigo," (3)

(1) Neruda, Pablo. Confieso que he vivido. Seix Barral, 1996.
(2) Neruda, Pablo. Versos del capitán. Seix Barral, 2003. 
(3) Las uvas y el viento. 1954.

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